Pude, debí, hubiera.

Sé lo que tengo que hacer. Sé cómo debo sentirme y lo que necesíto pensar. Pero hago completamente lo contrario. También sé que este comportamiento no es mío nada más, todos nos sentimos así cuando se nos rompe la esperanza.

Seguir llorando es inevitable. Seguimos extrañando, deseando haber dicho todo lo que hoy se nos haría tan fácil decir. ¿Por qué es imposible retroceder el tiempo a nuestra conveniencia?. No me importaría hacerlo y con ello retomar mi felicidad, aquella que disfracé de exigencias y orgullo.

Así como uno pide y pide, necesíta y espera; los demás también. El problema es que estamos tan hundidos en nuestra propia carencia que dejamos de ver algo muy importante: no estamos solos. Somos muchos, y cada quien tiene una manera diferente de reaccionar. Está quien calla por no herir, y está quien cree que hiriendo habla más. ¡Qué mierda con el amor condicionado!. ¡Qué mierda con el ser humano!... ¡Qué mierda conmigo!.

El orgullo, maldita plaga que acaba con miles en un segundo. ¿Por qué siempre acudimos a él cuando la humildad es la que realmente debería aconsejarnos?. Quizás porque permanecer orgullosos representa menos sufrimiento, signifíca no dar nuestro brazo a torcer en esta pose de "me lo merezco todo" que nos engaña. El camíno fácil, pues. Pero generalmente es el camíno que aparenta ser fácil el que nos trae mayor sufrimiento, decepción y dolor.

A partir de ahora tomaré el camíno difícil, aunque sepa que me voy a tardar un poco más, al final venceré las miserias y enemigos que viven dentro de mí y que son más peligrosos que esos a los que veo en los demás. Si no quería salir mal parada, lamentablemente hoy ni siquiera tengo piernas...